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El Tarot

Para responder a esta pregunta, debemos considerar al Tarot tanto en su naturaleza oracular como en virtud de la sabiduría arcana que contiene secreta pero supraliminalmente desde sus orígenes remotos en la mente occidental.

En primer lugar, el proceso de adivinación (ad- divus: aproximación a los dioses) puede realizarse a través de cualquier soporte, ya sean cartas, huesos, monedas, dados, ¡o incluso sin soporte! y en este sentido, el Tarot no es ningún fetiche portador de exclusiva potestad adivinatoria, sino tan sólo uno de los infinitos medios posibles para contactarse con los dioses (esto es, el inconsciente colectivo según Jung). Lo que convierte a cualquier objeto o conjunto de objetos en un oráculo es la intervención deliberada del azar, que demuele las reglas racionales lógicas de causación observable y por lo tanto trasciende el lenguaje consciente, jugando según las reglas del plano de causación divina.
El azar es el lenguaje de los dioses, y es a través de las pautas azarosas que pueden emerger los contenidos del inconsciente. Es decir, pura sincronicidad.
Según Hegel, el espíritu es por definición impredecible; y por lo tanto, sólo puede expresarse en un medio impredecible, lejos de los límites del pensamiento racional-estructural. Las reglas, los patrones, los conceptos, son sólo velos entre la conciencia y la verdad espiritual; no podemos deshacernos de ellos completamente, pero sí atenuarlos para abrir una compuerta que deje pasar moderadamente el agua del inconsciente hacia la represa de la mente consciente. Después de todo, nuestro objetivo no es disolver el ego, sino hacer consciente lo inconsciente: llegar a la supraconsciencia, el superhombre según Nietzsche.

Un oráculo es, pues, un soporte donde pueda aplicarse voluntariamente la impredecibilidad o ley del azar para que surja una pauta orgánica desde el caos entrópico. Esto nos hace pensar en el "relativismo cuántico" y en el principio de incertidumbre de Heisenberg, ya que detrás de la apariencia sólida de determinismo, todo es una probabilidad azarosa y las partículas se mueven inciertamente. La razón (y los mecanismos de la mente racional) queda chica en presencia de la verdad, sería como intentar aplicar una fuerza demasiado grande en un objeto muy frágil.
Ahora bien, la calidad y claridad del mensaje dependerán por supuesto del lector (quien ejercita sus dos hemisferios cerebrales de recepción y manifestación en simultáneo) y de la naturaleza del oráculo. Es decir, en condiciones generales, los mensajes que obtengamos arrojando las fichas del dominó sobre la mesa, no serán tan simbólicamente ricos como una lectura de cartas de Tarot, y recordemos que el lenguaje básico del inconsciente son simplemente símbolos.

Aquí entra en cuestión la segunda condición del Tarot como contenedor de los misterios supremos; esto es, como un mapa del universo entero. A través de los siglos, cabalistas y magos herméticos han asociado el Tarot con el libro de Thoth, el árbol de la vida, los decanatos astrológicos, el I Ching, los movimientos telúricos, las correspondencias elementales, el concurso de fuerzas, entre muchos otros. Desde el S.XX con el renacer esotérico occidental en la psicología profunda, han aumentado muchísimo las asociaciones con los arquetipos jungianos, la mitología comparada, las revelaciones religiosas, la programación neuro-lingüística, el psicoanálisis posmoderno, la antropología transpersonal y mucho más. Desde sus nebulosos orígenes en los confines de la historia registrada, este juego de cartas ha permanecido casi incorruptible y ha demostrado adaptarse multidimensionalmente a todas las cosmovisiones, épocas, y verdades que la humanidad procesa en su largo camino.
La virtud que tienen estas cartas como soporte adivinatorio queda patente en la profundidad insondable de los mensajes que crean en su combinación. Sus símbolos articulan directamente con los contenidos inconscientes y actúan como portales a través de los cuales es posible el flujo de energía entre ambos lados de la represa del ego. El Tarot, así como los 72 Nombres de Dios, y otros regalos que la humanidad ha recibido, son pistas en el camino iniciático sobre la tierra que nos ayudan a iluminar la oscuridad y a oscurecer la luz, para poder así ver ambas y aprender a integrarlas.

© 2022 Tarot de Asterión

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